Estado.
Con frecuencia me he preguntado: ¿Es posible que la sociedad pueda existir sin las regulaciones del estado?, buscando aclarar esta interrogante leí con detenimiento el interesante artículo publicado por Booth y Davies titulado Normas y orden sin el estado. Del mismo modo vi detenidamente alguno de los videos publicado en You Tube por OneMoreJuan, los cuales se refieren a: La economía de una sociedad sin estado. Pero para ser sincero, en una primera instancia, el número de interrogantes se hizo mayor.
Se podría afirmar que, es difícil imaginar a una sociedad sin la acción del estado. Desde niños percibimos y aprendemos a aceptar la interferencia de gobiernos omnipotentes que controlan la vida de las personas en todos los sentidos de la convivencia humana. Ahora bien, si no existe el estado, cabe preguntarse: ¿Quién va crear las leyes? ¿Quién administra la justicia?, ¿De quién depende la educación a los pobres?, ¿Quién ofrecerá un sistema de salud pública?, ¿Quienes construyen carreteras?, ¿Quién dará seguridad a las personas?, ¿Quién regula a los mercados?, interrogantes que entre otras valen la pena aclarar.
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Se puede pensar que, una sociedad sin normas estaría en un caos general que conlleva a una ley natural de supervivencia del más apto. Sin embargo, para los autores antes citados, la dicotomía regulación estatal o ninguna regulación, es falsa. En una sociedad, siempre van a existir otras alternativas, dado que la historia de humanidad está lleva de evidencias que muestran innumerables regulaciones sin normas escritas y sin la acción del estado con leyes e instituciones que hacen posible su aplicación. En muchos casos, estas normas han surgido en forma espontánea, partiendo de las iniciativas y de las necesidades de convivencia y cooperación entre las personas.
Del mismo modo, el artículo antes citado, hace referencia al surgimiento de normas de interacción humana que no han sido creadas por el estado, aun cuando el sistema de gobierno haya definido un marco general que facilitó la aplicación de la misma dentro de un estado de derecho. Esto se debe primordialmente a que la cooperación humana depende de normas, pero el contenido, el origen y la aplicación de la norma no puede limitarse a suponer que el control estatal del comportamiento humano sea la única opción que exista en el marco de regulaciones y sus posibles aplicaciones.
Ahora bien, en muchos casos las personas tienden a suponer que solo el estado debe ser la fuente de las normas y de sus múltiples mecanismos de aplicación y control. Esta suposición es totalmente falsa. Es fácil identificar estudios de regulaciones económicas y sociales en dónde los sistemas de regulación no gubernamentales son más eficientes y eficaces que las impartidas por gobiernos corruptos e ineptos. Estas últimas solo conducen al colapso de la sociedad por su falta de uniformidad en los procesos de aplicación.
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De lo anterior se desprende que, no basta con preguntarse si la convivencia humana debe estar regida por normas y regulaciones, dado que éstas existen de alguna manera. Por el contrario, lo pertinente es preguntarse a quien le corresponde regular y aplicar las normas. Cuidando en todo momento que, el contenido y carácter de estas deben guardar algunas consideraciones importantes. En primer lugar, las normas deben ser conocidas por todos los participantes de la actividad que rigen. Segundo lugar, es preciso que existan instituciones, políticas y prácticas que las apliquen uniformemente. En tercer lugar, las normas deben generar sanciones por las infracciones a las mismas o recompensas por su cumplimiento oportuno. Según lo expuesto en el citado artículo.
Por último, tal como lo expresan los autores antes citados, es muy importante considerar que los sistemas de regulación, en muchos casos, son el producto de una constante evolución, que pueden variar entre sectores o localidades y que deben tener un nivel tolerable de flexibilidad y variabilidad para adaptarse a las circunstancias. Estas normas de regulación deben considerar los patrones más amplios de la vida social y no deben surgir de caprichos propios de los gobernantes. Las regulaciones mal fundadas han promovido muchas formas y comportamiento erróneo y el descalabro de importantes instituciones. Es preciso entonces, definir la preferencia entre un orden sin estado y un estado que genera políticas públicas que resultan ineficientes y corruptas. De nosotros depende.
Por Joel Alberto Torrez.
Referencia:
Palmer, T. (2016). ¿Autocontrol o Control Estatal? Tú decides. CATO Students For Liberty. ATLAS.

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