Puente entre libertad y prosperidad.
Aunque de forma casi intuitiva muchos de nosotros “guardemos en gavetas mentales” distintas los dos conceptos, existe un sólido e indestructible puente entre la libertad y la prosperidad, el bienestar o la riqueza de las sociedades del mundo. Dilucidemos cuál es.
En primer lugar, con sólo recurrir a una lógica sencilla, basada en acción humana, es posible descubrir la conexión fuerte que hay entre libertad y prosperidad. Y esa conexión se verifica aún más si analizamos estadísticas de fuentes confiables como las del Fraser Institute (www.freetheworld.org) o las de The Heritage Foundation (www.heritage.org).
Usando como variable representativa (proxy) la libertad económica, que es la faceta más importante de la libertad, los informes de estas organizaciones revelan, por ejemplo, que los países más libres del mundo son también los países en los cuales la población gana más dinero. De hecho, medido en términos constantes y ajustado por paridad de poder de compra, el ingreso por habitante es casi ocho veces superior en los países con más libertad si se les compara con los más sometidos económicamente (por los Estados).
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Además, la pobreza, medida según los criterios que establecen algunos organismos internacionales, como los de 1,90, 3,20 y 5,50 dólares diarios, es brutalmente inferior en los países más libres que en los menos libres.
Pero la cosa no se queda sólo allí: si tomamos el 10% de la población que menos ingreso tiene en los países más libres y lo comparamos con su homólogo en los países más sometidos, podremos ver que los primeros ganan estadísticamente catorce veces más que los segundos.
En los países con más libertad económica, la gente vive más: en promedio, casi catorce años más; los niños se mueren menos, es decir, hay menos mortalidad infantil; hay más acceso al agua potable; hay tasas de inscripción escolar mucho más altas; y existe una educación de una calidad muy superior, no sólo en términos de los años de escolaridad, sino también de los logros académicos de la población, de la exposición a la tecnología de punta y de lo impactante que es en la frontera del conocimiento.
Por si fuera poco, la gente de los países con más libertad económica suele también tener mayores libertades políticas y civiles, y parece ser más feliz, al menos según lo que dice el Índice de felicidad mundial del Banco Mundial.
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Con meras intenciones descriptivas, podríamos continuar enumerando aspectos y variables relacionadas con la calidad de vida de la gente y la diferencia a favor de los países más libres continuaría siendo abrumadora con respecto a los estatalmente más sometidos. Es evidente que mientras mayor sea el nivel de libertad de una sociedad, mayor será su bienestar y prosperidad general.
El puente existe y, desde nuestro punto de vista, no es otro más que el emprendimiento o la empresarialidad, entendida como toda acción realizada con el propósito de obtener un beneficio.
Según nos lo indica el Dr. Jesús Huerta de Soto en su libro Socialismo, cálculo económico y función empresarial, los términos empresa, emprendimiento, emprendedor, entrepreneur (en inglés o en francés) tienen el mismo origen etimológico: in-prebendo-endi-ensum, que quiere decir descubrir, darse cuenta de, crear.
Y sobre esa base cabe preguntarse entonces ¿de qué se da cuenta un emprendedor? ¿Qué es lo que descubre o crea? Descubre los desbalances naturales y temporales que hay en los mercados y, buscando un beneficio o una ganancia, entra para equilibrarlos.
Se da cuenta, por ejemplo, de que en momentos determinados puede haber escasez de algún recurso en un lugar y abundancia en otro. Así, actúa deliberadamente para comprar el recurso donde es abundante y más barato y venderlo donde es más escaso, necesario y caro.
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En su estado de constante observación del entorno, descubre problemas y actúa creando soluciones que satisfacen necesidades de la gente, con lo que genera bienestar y coordina la sociedad: ajusta su propia conducta y provoca que los demás involucrados también ajusten la suya en virtud de las necesidades o preferencias de otros, que son las que al final se satisfacen. Y lo mejor de todo es que esa coordinación ocurre sin violencia, de forma espontánea y voluntaria, sin que un ente regulador diga o imponga lo que, según él, le conviene a la gente.
Un entorno de libertad en el que la regulación económica sea mínima, en el que los agentes puedan tomar decisiones rápidas y con la menor coacción posible, en el que, además, los actores del proceso de mercado sientan que su propiedad está protegida, se convierte entonces en el “caldo de cultivo” perfecto para que florezca mucho emprendimiento, mucha empresarialidad y, como resultado, mucha prosperidad.
Por todo ello, los emprendedores no sólo tienen la responsabilidad de estar atentos de las oportunidades que se presentan en su entorno y de actuar con conciencia para aprovecharlas, sino también de formarse bien para vencer los sesgos inculcados por los sistemas de sometimiento político y de diseminar los ideales de libertad que les permitirán continuar siendo los coordinadores sociales por excelencia y los héroes del bienestar. Los emprendedores son los constructores de ese puente tan sólido y anhelado entre la libertad y la prosperidad. ¡Brindo por ellos!
Puente

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