Se entiende por Estado de Bienestar al conjunto de políticas gubernamentales, institucionalizadas como derechos sociales, cuyo propósito es proporcionar protección y bienestar a las personas que enfrentan dificultades económicas y sociales. Dichas políticas de ayuda se traducen en ofertas de servicios de salud, de educación, de vivienda, jubilación, pensiones, alimentación y bonos de cualquier nominación y monto, entre otros.
Este tipo de estrategias políticas es ampliamente aplicado por los gobiernos a nivel mundial. Hoy en día, difícilmente los líderes políticos están dispuestos a minimizar sus ofrecimientos de bienestar por el temor a perder el poder que ostentan y su popularidad, especialmente en tiempos electorales. Saben que una gran masa de electores, en su mayoría analfabetos en materia política y económica, apoyan al candidato que más ofrece. No se detienen a pensar de dónde va a salir el dinero requerido para cumplir dichas promesas.
Por su parte, el líder político está consciente de lo difícil que es cumplir sus ofrecimientos, por los gastos cada vez más crecientes que dichos programas representan. Obviamente, el dinero no sale de su bolsillo. Se extrae de los cada vez más exigentes impuestos, aranceles y multas que cancelan los ciudadanos y las empresas privadas del país. Desafortunadamente las entradas que recibe el Estado no crecen de la misma forma en que lo realiza el gasto público, que contempla entre otros rubros, el de los programas de bienestar. Esta situación conduce a desequilibrios presupuestarios.
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Los desequilibrios presupuestarios, considera Michael Tanner (1) conducen a incremento de los impuestos, desconocimiento de las obligaciones, como el pago de deudas, incumplimiento de los beneficios prometidos, así como olas de inflación provocadas por los bancos centrales. Estos en su afán de cerrar la brecha y erosionar el valor de las deudas y de otras obligaciones, emiten dinero no sólido. Además de los efectos negativos de estas olas de inflación, la más afectada es la clase pobre quien, no puede enfrentar el “impuesto inflacionario”.
En muchos países expresa el autor antes mencionado, dicha situación los ha llevado a enfrentar crisis financieras y altísimos niveles de endeudamiento. Es el caso de Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España. Inclusive, agrega Tanner, países con una economía relativamente sólida como Francia y Alemania están viviendo niveles de deuda sin precedentes.
Es necesario resaltar que Programas de Bienestar como el de salud y jubilaciones se financian utilizando el sistema de reparto o esquema piramidal. Este funciona mientras el número de trabajadores que financian el programa sea amplio y estable, pero a medida que éstos envejecen y demandan el servicio, sin que sean sustituidos debido a decrecimiento poblacional, el sistema tambalea.
Debido a esto, el Estado tiene más egresos que ingresos. Por ello, considera Tanner, que los programas de jubilación del gobierno y la administración de los sistemas de salud, a nivel mundial, están muy cercanos al colapso. Sin embargo, los políticos toman ventaja del financiamiento que se logra con los sistemas de reparto. Para ellos es una opción atractiva, dice el autor, saben que cuando el sistema colapse, ellos no estarán en sus cargos. La peor carga de estos pasivos no financiados la llevarán en sus hombros los jóvenes de hoy. Me atrevo a adicionar a los hijos y nietos de estos jóvenes, que aún no han nacido.
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Preguntémonos si es posible que un país prospere con una población que depende, cada vez más, de los Programas del Estado de Bienestar. Es difícil considerar esa posibilidad. Tanner es muy directo y agudo al opinar que “Más allá del costo monetario, esos programas están erosionando las estructuras sociales necesarias para tener sociedades prósperas y cooperativas. En lugar de terminar con la pobreza, el efecto……es el de fomentar y perpetuar clases bajas formadas por individuos que no tienen la capacidad de cuidarse a sí mismos” (pp.72)
El Estado de Bienestar además de coercitivo, manipulador e insostenible le quitó al individuo su responsabilidad de preocuparse por su bienestar, por su futuro. En su afán paternalista, sustituyó esta responsabilidad por el cortoplacismo, el oportunismo por el sistema de reparto, de aplazamiento de problemas que serán encarados por las generaciones jóvenes de hoy y mañana. Tremenda herencia que se les deja.
Existen alternativas mejores que las ofrecidas por el Estado de Bienestar para atender y proteger a los necesitados y vulnerables de la sociedad. Ellas serán el tema de un próximo artículo.
Por Neley A. Rueda R.
Tanner, Michael. El Estado de Bienestar como Esquema Piramidal. (pp.69-73). Editado por Tom Palmer en Después del Estado de Bienestar. USA. 2012

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