La guerra se puede evitar.
Antes de decretar una guerra, el líder de un país o de una nación, debería pensar más allá de simplemente lograr su objetivo, sea éste el de conquistar o recuperar territorios, dar seguridad y protección a sus ciudadanos, defender su honor o cualquier otro. Debería sopesar las graves consecuencias que dicha decisión implica.
Al ser la guerra un conflicto bélico organizado o como la llama el Dr. Tom Palmer violencia humana organizada, afecta en primer lugar al ser humano. Ocasiona muerte o más bien, asesinatos en masa y heridos, tanto en el bando agresor como en el agredido. Igualmente salen afectados los grupos civiles sin distingo de clase, edad y sexo que no participan en el acto bélico. Al final habrá ancianos, mujeres y niños que pierden a sus hijos, esposos y padres respectivamente. Los cientos de miles de heridos y sobrevivientes sufrirán no sólo de traumas físicos y mutilaciones, sino también de trastornos mentales y emocionales, que les impedirán reanudar una vida normal, todo, como consecuencia de esa terrible experiencia llamada guerra.
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En segundo lugar, las guerras ocasionan destrucción. Por un lado, se destruyen las infraestructuras, edificios públicos y privados, viviendas de civiles, vías de comunicación, puentes, fuentes de energía eléctrica, de agua potable y de gas, indispensables para la sobrevivencia de las personas. Provoca escasez de alimentos y de medicinas. Genera hambre, desolación, tristeza, muerte y enfermedades. Los centros de salud y hospitales, si no están destruidos, no se dan abasto para atender a los miles de necesitados.
Por otro lado, provoca destrucción de la riqueza. Cantidades exorbitantes de dinero, provenientes de los impuestos, pagos por los ciudadanos, son desviados para financiar el belicismo. Prácticamente se paralizan y destruyen todas las industrias de producción. Se origina desabastecimiento, racionamiento, confiscación de bienes, aumento de impuestos, obligatoriedad de prestar servicio militar aunque no se esté de acuerdo con la guerra.
Es bueno acotar acá lo expresado por Jean Baptiste Say en su libro A Treatise on Political Economy de que la guerra le cuesta a una nación no sólo lo que efectivamente gasta , también le cuesta todo lo que dejó de ganar si no hubiera habido guerra.
Bajo este panorama, la guerra significa asesinatos en masa, miles de heridos, destrucción de espacios físicos, de servicios de producción y de riqueza. Por lo tanto produce miseria, hambre, desolación, tristeza sólo para nombrar algunas consecuencias. Preguntémonos: ¿Cuánto tiempo se requiere para reconstruir lo que tan fácilmente se destruyó? ¿Es esto resguardar la seguridad y bienestar del pueblo? ¿A qué precio se conquistan territorios o se defiende el honor de un país o de un jefe de estado? ¿Será la guerra la única salida para dirimir conflictos entre naciones? Porque con esas consecuencias tan desastrosas y dolorosas, no existe ganador alguno.
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Por el contrario, hay muchísimos perdedores en ambos lados del conflicto. Hay miles de personas que de la noche a la mañana pierden a sus familias, sus viviendas, su tranquilidad, su riqueza, su alegría. ¿Es eso ganar una guerra? O mejor: ¿ Quién gana en una guerra? Randolph Bourne citado por Palmer (1) contesta en parte la segunda interrogante cuando expresa que la guerra es la salud del Estado. Con ella, se somete a la sociedad a poderosas fuerzas para lograr uniformidad y cooperación con el gobierno, subyugando a los que se oponen a la idea del rebaño.
Palmer agrega que la guerra incrementa el poder del gobierno y su capacidad de ejercer coerción. Esto le permite crear nuevos poderes, nuevos organismos, nuevos impuestos, censura, cierre de periódicos, ausencia de libertades civiles. La guerra debilita la responsabilidad del gobierno, permiten que los jefes de estado establezcan sus propias metas haciéndolas ver como metas del país. Igualmente las élites políticas fortalecen su poder. Se desvía la atención del ciudadano, de los problemas y fallas internas existentes en el país, tratando de unificar la opinión pública en apoyo a los gobernantes en ejercicio.
Con todo este panorama, Usted como lector, extraerá su propia conclusión en relación a la pregunta: ¿Quién gana en una guerra?
Por Neley Rueda Ramírez.

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