La caridad es una virtud teologal para los cristianos. Implica ayudar al prójimo cuando atraviesa por situaciones difíciles de miseria, algunas veces producto de su irresponsabilidad o de una vida llena de vicios, o por casos de emergencias, tales como urgencias que ameritan tratamientos médicos para los cuales requieren ayuda económica, emocional o espiritual. Esta virtud de dar es abordada en un estudio, por el World Giving Index.
La amplitud y naturaleza de esta conducta humana es explicada en función de tres aspectos fundamentales. El primero referido a si se ayuda a desconocidos, o a extraños cuando requieren de ayuda, El segundo, si se realizan donaciones en dinero para alguna caridad y la tercera si se colabora voluntariamente con alguna organización. Estas son opciones que pueden ser empleadas para practicar la caridad a título individual. El monto de las donaciones o del tiempo de colaboración voluntaria dependerá de la disponibilidad de cada benefactor. En el año 2020, Indonesia ocupó el primer puesto como el país con el mayor World Giving Index tanto en el aspecto de donaciones individuales como en el de colaboración voluntaria en organizaciones de beneficencia.
De interés: Inversión capitalista: el tipo más grande de caridad
Existe también la caridad social en la que se atiende a grupos de personas en instituciones de beneficencia (orfanatos, asilo de ancianos, hogares para incapacitados), generalmente regentados por religiosas. Allí laboran personas de buen corazón, entrenados para ello. Se dispone de asistencia médica, y en el caso de los orfanatos, a los niños y jóvenes se les da educación y prepara para el trabajo. Por lo general se financian con donaciones de empresas privadas y de personas adineradas.
Hay otro tipo de caridad social y es la ofrecida por los gobiernos bajo la forma de políticas de bienestar. Se incluyen pensiones a personas que no han cotizado para ello, bonos de alimentación, bonos especiales bajo diferentes nombres, etc. El financiamiento no sale del bolsillo de los oferentes. Los benefactores son los ciudadanos que pagan impuestos cada vez más altos. Otra parte se cubre con endeudamiento, el cual será cancelado, en el futuro, por los hijos y nietos de las nuevas generaciones. Es decir, se hace caridad con el dinero de otros.
Más allá de las consecuencias económicas que la caridad social estatal implica, es bueno pensar en las consecuencias que estos actos de caridad, tanto individuales como estatales, tienen en muchos de quienes los reciben.
Lectura recomendada: Una visión liberal de la pobreza, la caridad y el asistencialismo
Mencionaré algunas situaciones vividas a nivel familiar de las que pudieran derivarse algunas consecuencias. En casa se hizo costumbre que cada mañana toque a la puerta un mendigo solicitando desayuno. Lleva años en ello. Pero, en el transcurso del día, otros llaman solicitando víveres o algún dinero para medicinas. Un día a una señora joven, saludable que ya había ido varias veces a pedir, se le ofreció trabajo. Su respuesta fue “No estoy solicitando trabajo, estoy pidiendo ayuda”.
En una oportunidad estando en un local comercial llega un señor de mediana edad, bien vestido, se veía saludable. La dueña del negocio, que parecía conocerlo, le preguntó si ya había dejado de pedir. Su respuesta fue un no rotundo, dijo que ganaba más pidiendo que trabajando.
Recientemente, en una panadería me abordó un señor, aparentemente muy atribulado. Solicitó una módica suma de dinero para completar para una medicina. La necesitaba su pequeña hija que estaba hospitalizada. Tratándose de niños, cualquiera se conmueve y da. Cuando abandonó el lugar, el empleado me informó que ese señor mentía, que todos los días iba con el mismo cuento.
Una anécdota que oí y que hace pensar en las consecuencias de la caridad es la siguiente: un joven emprendedor comienza a dar limosna a un indigente. A medida que le iba bien en la empresa le aumentaba la limosna. Tiempo después el joven se casa y la familia aumenta. Los gastos igualmente incrementaron, por lo cual, el joven se vio precisado a disminuir un poco la limosna. El indigente le pregunta por qué le había disminuido la ayuda. Al explicarle el por qué, el mendigo molesto le responde que él no tiene por qué disponer de su ayuda para financiar sus gastos.
Puede interesar: El sistema monetario internacional y su futuro incierto
En estas situaciones se observa cómo la caridad se convierte en obligación, ocio, pereza, dependencia, irresponsabilidad al evitar el trabajo, las personas desarrollan el drama y la mentira para pedir, y trasladan a otros su responsabilidad.
Aunque hay un dicho que dice “Haz el bien y no mires a quien”, No todos realmente merecen las ayudas- Hay excepciones en las cuales la caridad es necesaria. Sin embargo, creo que ésta se realiza mejor por medio de los institutos de beneficencia, los cuales requieren de donaciones y del trabajo voluntario de muchos para su funcionamiento.
Por Neley Rueda Ramírez.

What do you think?