La esencia de nuestras constituciones
Hace algunos días, mientras escucha a un recién electo presidente de un país latinoamericano, me hice una pregunta: ¿Por qué algunos presidentes de la región, al iniciar su mandato intentan cambiar la constitución? Para ello se apoyan en cualquier justificativo, apelando a un mal usados procesos constituyentes que le garanticen ejercer el poder con un marcado nivel de conveniencia. Tratando de buscar respuesta a esta interrogante me di a la tarea de comenzar por entender el significado de dos fundamentales términos para la estabilidad de un país, constituyente y constitución. Por constituyente pude entender como aquello que se constituye para modificar o redactar una nueva constitución. Mientras que la constitución de una república es la ley fundamental de la organización de un estado que sirve de base al sistema de gobierno.
Si revisamos algunas constituciones, probablemente encontremos que la mayoría están escritas de una manera tan exacta y precisa que parecen la base del gobierno perfecto. Hasta cierto punto, creo que están cargadas de una inexplicable utopía. En otras palabras, las mentes redactoras de los textos constitucionales han dado una marcada coherencia al conjunto de artículos. Sin embargo, al poco tiempo de su distorsionada aplicación, nos percatamos que nada se cumple tal como fue escrito. Eso sí, a cada presidente le habrá servido para lograr sus ambiciones que, frecuentemente, no es otra que permanecer en el poder a toda costa.
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En ese sentido, es importante mencionar que casi todas las constituciones muestran en esencia, los principios fundamentales, los derechos, las garantías y los deberes de los ciudadanos, la conformación del estado y sus poderes públicos. En todas es posible leer los derechos constitucionales: derechos civiles, culturales, educativos, económicos y pare usted de contar. Garantías de todo tipo: a la vida, a la propiedad privada, a la seguridad ciudadana, a la libertad, a elegir y a ser elegido con sus principios democráticos, pero al poco tiempo nos percatamos de los mayores atropellos y violaciones habidas y por haber, conduciendo a los pueblos a las más duras penurias.
Por otra parte, es fácil encontrar suficiente literatura y manuscritos filosóficos en dónde los teóricos proponen modelos de sociedades utópicas. En estos modelos se busca solucionar los grandes problemas que afronta la humanidad: superpoblación, agotamiento de los recursos, contaminación ambiental, calentamiento global, holocausto nuclear, etc. Esto llevó a B. F Skinner a escribir Walden Dos, en el cual el protagonista T. E. Frazier monta una comunidad utópica, tomando como base la ciencia de la conducta y del sentido común para solucionar los múltiples problemas de la vida diaria. Según Skinner, la mala acción política ha llevado a la gente a perder la fe en los procesos democrático en el que la llamada voluntad del pueblo está evidentemente controlada mediante viejos procedimientos nada democráticos.
Constituciones con bases en la libertad
Del mismo modo, R. Ardila, en Walden Tres, a través de su protagonista, el profesor González, busca cambiar la historia en un país de Centroamérica lleno de miseria, inflación, desempleo, terrorismo, entre otros. Con base en un nuevo sistema de gobierno intenta modificar el comportamiento social, planificando la conducta para controlar las pautas de la crianza de los niños, reformando a los delincuentes y cambiando el sistema educativo con lo cual pretende lograr un nuevo país utópico funcional. Pero lo único cierto es, que estas utopías que pueden tener coherencia en la mente humana son más difícil que cobren forma en la vida diaria de la sociedad. En otras palabras, Walden Dos y Walden Tres representan sueños pocos realizables en la sociedad moderna.
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Tomando como base lo expuesto anteriormente, se puede concluir que los únicos sueños realizables son los alcanzados por las personas que gozan de plena libertad y cohabitan en una sociedad libre, en dónde los individuos tienen derechos naturales indispensables, respetando los derechos de los demás y cumpliendo con sus obligaciones. El derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad son sinónimos de generación de riquezas y como tal son fuente inagotable de paz social y bienestar general de la comunidad en general.
La igualdad de derechos básicos, como la libertad de intercambio es fundamental para que el mercado se convierta en un mecanismo de crecimiento y desarrollo. Eso debe representar el ejercicio de la política, la aplicación práctica de principios a los problemas cotidianos. Los sueños se hacen realidad bajo los principios de libertad económica. El control social solo conduce a sociedades autómatas como la pensada peligrosamente por Orwell en su novela 1984.
Por Prof. Joel Alberto Torrez
Bibliografía
B.F. Skinner. (1980) Walden Dos. Editorial Fontanella
R. Ardila. (1979). Walden Tres. Ceac.
T. Palmer. (2020) La Moralidad del Capitalismo. Edición para Econintech.

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