Hamelín, Hamelín, el flautista de Hamelín.
Aquella fresca tarde de un triste domingo del mes octubre, miré por enésima vez la calle en dónde vivo, en una bella ciudad de Venezuela.
Lucía solitaria, apagada, desolada, ya no abundaba las frecuentes sonrisas de los vecinos, que cada tarde se sentaban a conversar frente a sus casas. Ya no era posible mirar a los jóvenes caminando, charlando y jugando como lo hacían siempre.
Tal vez por eso resonó en mi memoria aquel famoso nombre de la ciudad situada a las orillas del río Weser de la baja Sajonia en Alemania, conocida mundialmente por aquel extraño cuento de los hermanos Grimm.
Pensé, que quizá nunca pueda visitar Hamelín, ni mirar las pinturas del flautista en las paredes de sus calles, ni ver sus estatuas, o leer sus historias y leyendas, pero estoy seguro que algo de esa famosa leyenda se parece, cada día más, a cualquier lugar de mi país en muchas cosas.
Es bueno mencionar, que la ciudad en dónde vivo, desde hace más de cuarenta años, era en otros tiempos, al igual que Hamelín, una ciudad muy bonita, alegre y llena de prosperidad, los habitantes vivíamos felices, pendientes de realizar nuestro trabajo, los niños y jóvenes estudiando en las alegres casas de estudio.
Tanto así que era normal ver llegar a muchas personas de otros lugares del país en busca de oportunidades, buscando alcanzar sus sueños e ilusiones.
De interés: Aristóteles y su email para los políticos latinoamericanos
Ciertamente, existían muchos problemas por resolver, tantos que cada campaña electoral eran abordados magistralmente por los politiqueros que aspiraban los curules y cargos de poder.
No fuimos invadidos por ratas, como Hamelín, pero en cierta manera, abundaban otros males, es decir, fuimos llenándonos de múltiples “ratas” como el desempleo, desabastecimiento de alimentos, delincuencia, deterioro progresivo de nuestro habitad, salarios precarios y en general un marcado nivel de pobreza en sus calles y avenidas.
Los gobernantes de turno, tras lograr el apoyo electoral de los habitantes olvidaron tantas promesas y actuaron solo en favor de intereses propios o partidistas.
Caso contrario al de Hamelín, en dónde el alcalde intento liberarlos de aquella terrible invasión de roedores que devoraban todo. Hasta que un atrevido emprendedor ofreció sus servicios para liberarlos de aquel mal a cambio de mil monedas y logró realizar el trabajo con la melodía de su flauta, pero el alcalde no quiso honrar el compromiso y quería pagar un pequeño porcentaje de lo ofrecido, tal cual como ocurre con las migajas que los gobernantes ofrecen a los pobres en nuestras latitudes.
El decepcionado flautista, severo con su venganza encantó a los niños y se los llevó de la ciudad dejando un inmenso vacío entre sus habitantes.
En ese sentido, la ciudad en dónde vivo se asemeja a Hamelín, nuestros jóvenes, al verse invadidos por las “ratas” antes citadas, ocasionadas por una mala conducción en el manejo de la cosa pública y cansados de las mentiras de los politiqueros que han complicado la supervivencia en la ciudad, como si oyeran una encantadora melodía, han partido a otras naciones.
Lectura recomendada: El emprendedor nace y se hace, si comprende el mercado
Simplemente empacaron unas pocas cosas y sus esperanzas en una maleta y salieron con rumbos variados en busca de una mejor calidad de vida. Recuerdo que aquella tarde enumeré los jóvenes de la cuadra y conté hasta catorce de aquellos aventureros que ya no estaban en el país.
Realizando este símil, comprendí el motivo de aquella soledad y tristeza, no solo por la situación del país, sino por la ausencia de seres queridos.
Por eso le pedí a mi hijo menor, que leyera el viejo cuento de los hermanos Grimm y con su visión, escribiera una segunda parte del flautista de Hamelín, plasmando una salida para lograr un final feliz en esta leyenda.
Mi hijo escribió: “los habitantes reclamaron al alcalde por no pagar al flautista, hicieron una fuerte presión social para que éste renunciara y se marchara.
No recuperaron a sus hijos, pero tiempo después, en Hamelín todos los nuevos niños recordaban el triste suceso y principalmente los políticos cumplían sus promesas”. ¿Podrá aparecer en mi ciudad y en Venezuela un nuevo flautista que elimine a todas las “ratas”?.
Un nuevo Hamelín espera y tal vez se desespera. Aprendamos a tocar la flauta.
Por Prof. Joel Alberto Torrez
Bibliografía.
El Flautista de Hamelín. Cuento de los Hermanos Grimm.

What do you think?