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Llovía torrencialmente y en una estancia distante, una profunda reflexión les relataré al instante. Hace ya uno cuantos años y perdonen la distancia, ocurrió un hecho admirable, que es digno de relatarse. Los matices de la historia los analice más tarde, cuando pude comprender lo ocurrido aquellas tardes, no, no, se trata de contarles “La Leyenda del Horcón” ni tampoco he pretendido que sea una segunda parte, sino más bien al contrario, la intención es demostrarles, como un equipo sencillo pudo lograr ser campeón. Sucedió en un remoto lugar que llamaremos “La unión” en algún rincón del mundo, pero resulta que ahora, pude llegar a entender lo que las teorías contienen sobre es el trabajo en equipo.
En ese contexto, bueno es mencionar lo planteado por Margerison y McCann, cuando afirman que el éxito o el fracaso en los negocios y en cualquier actividad humana son un resultado de si las personas pueden trabajar conjuntamente en forma eficiente y efectiva, esto les permite transformarse en equipos rendidores. En los equipos deportivos este aspecto de crecimiento y prosperidad solo puede darse si los equipos están equilibrados. En el deporte es imposible triunfar con equipos fuertes en la defensa pero débil en el ataque. Un equipo de alto rendimiento en el ámbito deportivo debe estar preparado para ganar y eso solo se logra cuando se utiliza las habilidades de cada integrante en un esfuerzo coordinado y no como resultado de acciones individuales, es decir, un equipo ganador se caracteriza por mantener a los integrantes en acciones complementarias orientadas hacia un solo fin, ganar.
Para los autores antes citados, un equipo conformado por individuos brillantes puede ser menos eficaz que un equipo brillante de individuos coordinados. No es suficiente en muchas ocasiones contar con los mejores talentos y las mentes más brillantes, si esas personas no saben trabajar bien en forma conjunta. Es necesario que cada uno pueda desarrollar las habilidades y las destrezas para realizar las cosas que les correspondan hacer con la mayor precisión. Es por eso que, tal vez al enfatizar en estas teorías, trajo a mi memoria lo ocurrido con aquel equipo de béisbol juvenil, que logró titularse campeón aun cuando tal vez no contaba con los mejores jugadores.
En ese orden de ideas, es preciso mencionar, que a pesar de nuestra corta edad estábamos claros, que como equipo teníamos que funcionar con una manera muy particular de ataque y defensa. Recuerdo que comenzamos los entrenamientos un mes antes del inicio del campeonato. Para entonces nadie se ofrecía a dirigir al equipo, por lo tanto sin un manager era casi imposible organizar un equipo en escasos treinta días. En ese sentido, cualquier teórico puede afirmar que la dirección exitosa penetra en el equipo hasta lograr la sinergia necesaria para el triunfo, es necesario a su vez, pasar a ser un conjunto de individuos que se comprendan unos a otros, que conozcan sus fuerzas, sus habilidades y estar muy claro en las debilidades individuales para poder cooperar mutuamente en la superación constante.
Ahora bien, es allí donde está historia cobra vida e importancia, cuando todo indicaba que no quedaríamos fuera por falta de dirección, surge la magia del amigo Juan Cuicas, uno más de nosotros, había practicado unos días con un equipo de béisbol profesional. Una tarde cualquiera nos reunió y nos dijo con mucho entusiasmo -debemos lograr la meta por nosotros mismos, desde ahora no suplicaremos más por un director, vamos a trabajar diferente, yo asumo el reto de las prácticas, solo quiero que piensen en una sola cosa: vamos a ganar- La magia de aquellas palabras cambió a cada uno de nosotros en lo más profundo de su ser, nos transformó en unos jóvenes con ansias de ganar. Poco a poco movió unos de su posición habitual, pero se tomaba la molestia de explicar por qué era necesario el cambio. Pasamos muchas horas en el campo de entrenamiento, fortaleciendo aquel propósito común ganar aquel campeonato juvenil.
Poco a poco nos convertimos en un equipo de alto rendimiento, claro que otros equipos lucían muy fuertes, como el Ayamán de Aguada Grande, pero nosotros no queríamos perder, no podíamos fallar, por eso aprendimos a anotar carreras de la nada y evitar las carreras de los contrarios. Hace cuarenta años ganamos aquel campeonato, y yo pude recordar que un líder transformador es la base fundamental para un equipo de alto desempeño. El líder de aquel maravilloso equipo fue el amigo Juan Cuicas, quien murió hace unos años. Juan fue siempre un caballero de 24 quilates. Era muy difícil derrotar al maravilloso equipo de La Unión, llevábamos el béisbol en la sangre. No hay marcha atrás, cuando la meta es ganar.
Por Prof. Joel Alberto Torrez
Bibliografía
Margerison Ch. y McCann D. (1993). Administración en Equipo. Ediciones Machi. Colombia.
Timmons j. y Spinelli S. (2007). New Venture Creation. Entrepreneurship for 21st Century. McGraw-Hill.

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