Un emprendedor es una persona que inicia, desarrolla una actividad relevante, importante que le representa un reto factible de lograr. Dicha actividad, como propuesta de valor, debe responder a la solución de un problema detectado, a una necesidad, a un deseo o anhelo de un grupo de personas llamadas clientes, usuarios o consumidores. El valor para el usuario, quien es la fuente de ingresos, es requisito indispensable para permanecer en el mercado, mantenerse por un tiempo razonable y para mejorar cada vez más ese servicio, bien o producto ofrecido.
La persona emprendedora se caracteriza, entre otras, por estar motivada al logro, al trabajo, a la búsqueda de la excelencia en las actividades que desarrolla. Para ello, se prepara adquiriendo los conocimientos, habilidades y destrezas requeridas para el logro de su meta. Durante esta preparación, el lenguaje constituye una herramienta fundamental que le permitirá desarrollar con éxito todas las actividades académicas, prácticas, comunicacionales y laborales. Sin embargo, es preocupante que muy pocas personas están conscientes del importante rol del lenguaje en la eficiencia del ser humano. Piensan que el hecho de compartir el mismo idioma es suficiente para comunicarse. Pero no todos hablan igual, existe variabilidad en el grado de elaboración lingüística, según las situaciones psicosociales que se enfrentan e igualmente, hay variabilidad en los resultados alcanzados con la forma de hablar exhibida.
El lenguaje empleado entre amigos, con los miembros de la familia, compañeros de juego es muy diferente al requerido en situaciones como una reunión entre el gerente de una empresa y sus empleados, en una conferencia dada ante los socios de la cámara de comercio o en la defensa de una tesis de grado. En estos casos, el lenguaje va de lo informal, sencillo, coloquial, lleno de chistes y de expresiones verbales y no verbales a uno formal, directo, conciso, claro, sin ambigüedades ni repeticiones, completo, académico y técnico.
Un empresario con baja elaboración lingüística utiliza el mismo lenguaje en cualquiera de las situaciones que enfrente. Esto trae consecuencias, pues el oyente tiende a evaluarlo, no sólo desde el punto de vista lingüístico sino también educativo, social, psicológico y geográfico. En otras palabras, como lo expresa Morales de Romero, N.M. en su libro Lenguaje y Eficiencia Personal, el lenguaje no sólo es una herramienta comunicacional sino también una carta de presentación, que dice mucho de las características del hablante. El recibir una evaluación positiva o negativa depende del grado de elaboración lingüística exhibido por el hablante. Esto lo afecta positiva o negativamente en su autoconcepto y conductas posteriores. Una evaluación negativa, percibida o recibida repetidamente, de diferentes oyentes y en diferentes situaciones, hará que la persona se autoconceptualice negativamente, se sienta poco competente y con baja capacidad de autodeterminación para emprender sus actividades. Será una persona insegura, con poco estímulo para el trabajo, poco rendidora. Una evaluación positiva, hará que la persona se valore, se sienta competente, capaz y con autodeterminación para continuar sus actividades, rindiendo lo máximo posible. Será una persona rendidora.
El emprendedor debe ser una persona rendidora y por lo tanto necesita un buen grado de elaboración lingüística. Morales de Romero, N.M. (Ob.Cit), como producto de sus investigaciones sobre el lenguaje, expresa que las personas con bajo grado de elaboración lingüística hablan por lo general en forma imperativa, dando órdenes que deben ser cumplidas. No dan posibilidad de dialogar, de comunicarse. La respuesta es obedecer o no obedecer. Algunas veces utilizan expresiones afectivas para lograr que les obedezcan. La persona con alto grado de elaboración lingüística, sabe cuándo utilizar imperativos y expresiones afectivas, pero generalmente utiliza un lenguaje directo, abierto, personal, bien pensado para lograr sus objetivos. Si es un empresario, al dirigirse a sus empleados, los tratará como personas reconociéndoles sus conocimientos, capacidades, valores y méritos. Utiliza el lenguaje como medio comunicacional para compartir con ellos los valores, creencias, intereses, sentimientos, metas institucionales, entre otros aspectos. En este proceso la comunicación es abierta, se da y se recibe información, Al informar sobre los proyectos empresariales y las actividades a cumplir les permitirá a sus empleados preguntar, pedir aclaratorias, hacer sugerencias, participar en la planificación de las actividades, etc. En otras palabras, los hace sentir partícipes y responsables del logro y éxito de las metas empresariales. Ellos responderán con gusto, responsabilidad y darán lo máximo al sentir que los valoran y creen en ellos. Este es un emprendedor rendidor y su empresa será exitosa.
Si se quiere éxito en lo personal y en el emprendimiento, cultivemos el lenguaje, la comunicación entre los integrantes de una empresa. Para lograr la excelencia organizacional se requiere un trabajo de equipo para el cual debe haber comunicación abierta.
Por Neley Rueda Ramírez, Ph.D

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