Lo expresado en este artículo es opinión de su autor; no necesariamente refleja la postura de Econintech.
Hace algunos años, Miguel Ángel Cornejo, un gran conferencista mexicano afirmaba en una de sus conferencias que “El fracaso tiene mil escusas mientras el éxito no requiere explicación” esto lo planteaba con el propósito de ilustrar como la mayoría de los humanos buscan habilidosamente una manera de culpar a los demás de sus propios errores y fracasos. Es fácil observar esta conducta en un futbolista que acaba de fallar un tiro penal y el balón se ha ido por encima del travesaño de la portería del equipo contrario, entonces mira su zapato, revisa el césped y observa desesperado por buscar el justificativo de la falla.
Del mismo modo, es frecuente escuchar justificaciones y culpables en los discursos de los políticos mediocres que abundan en el mundo, cuando en las acciones nefastas de su gobierno afectan negativamente a la cosa pública y merman drásticamente la calidad de vida de los ciudadanos. Por ello responsabilizan del gran fracaso, al imperio, al ambiente, al ciclón, a la tormenta, al bloqueo económico y hasta pueden llegar a decir, que la culpa es de la vaca o de cualquier otro animalito que les venga a la memoria, en lugar de aceptar con gallardía que son unos grandes incapaces.
En ese orden de ideas, muchas veces somos capaces de encontrar con facilidad un culpable, solo vemos el cambio como una exigencia para los demás, de la pareja, del jefe, del gobierno, del capitalismo, todos menos yo, yo no, yo lo hago siempre bien. Es por eso que este escrito tiene como centro algunas anécdotas recopiladas en el conocido libro “La culpa es de la vaca”. Este libro se inicia con una referencia muy particular, es decir, a la exportación de los artículos de cuero de Colombia hacia los Estados Unidos, la cual no podía ser competitiva debido a los precios altos y la mala calidad de los cueros colombianos. La investigación del caso llegó a la terrible conclusión de que los productores de cueros colombianos no podían ser competitivos en el mercado norteamericano porque sus vacas son unas tontas y se restriegan contra los alambres de púas para aliviar las picaduras y se rompen el cuero.
Lo anteriormente expuesto, lamentablemente sucede en la mente de miles de emprendedores y de posibles empresarios no muy motivados, ni muy apasionados con lo que hacen, que a los primeros tropiezos y dificultades abandonan una idea que requiere un mayor esfuerzo y constancia para llegar a convertirse en una real fuente inagotable de recursos y bienes. Por el contrario, son cortoplacistas y esperan el éxito inmediato, mostrando como responsables de su fracaso a una competencia desleal, a la mala situación económica y más frecuentemente al gobierno, aun cuando este siempre suele ser un gran culpable; Cuando en realidad en la mayoría de los casos se pueden explorar y analizar nuevos caminos y estrategias para alcanzar una meta propuesta, por el contrario resulta más fácil responsabilizar a otros por el hecho de no haber permanecido en el mercado con un emprendimiento, dejando el camino libre para otro con mayor perseverancia.
En ese orden de ideas, es necesario que los emprendedores comprendan con mucha seguridad que, casi nadie alcanza una meta con un solo intento; es imposible caminar por la vida sin saborear un fracaso, nadie recoge cosecha sin que previamente se haya visto en la necesidad de preparar la tierra, abonarla, enterrar la semilla y mantener el cultivo. Es necesario comprender que para recoger lindas rosas hay que conocer lo que se siente cuando se toca una espina. Es por eso que muchos emprendedores no perciben la oportunidad de su vida hasta que esta ha pasado por su lado hace rato y se ha ido para no volver jamás. Por el contrario los emprendedores deben entender que la base del éxito en lo que inician, siempre será el trabajar como si no necesitaran dinero, amar como si nunca hubieran sido heridos, cantar como si nadie les escuchara y bailar como si nadie les estuviera mirando. Solo así evitaremos que una hermosa vaca les pregunte con cierta ironía ¿y yo, que culpa tengo?
Por Prof. Joel Alberto Torrez
Bibliografía
Gutiérrez, J. L y Bernal Trujillo, M. I (2003) La culpa es de la vaca. Intermedi Editores. Bogota Colombia.
Timmons j. y Spinelli S. (2007). New Venture Creation. Entrepreneurship for 21st Century. McGraw-Hill.

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