Ciento cincuenta intelectuales conocidos del mundo de habla inglesa, la mayoría de izquierda, han publicado una carta abierta en «Harper’s» contra la intolerancia, la censura, el oscurantismo. Han enfilado sus baterías no sólo contra el enemigo de derecha: también contra sus congéneres de izquierda. Y han tocado un nervio en los círculos académicos y culturales estadounidenses, donde impera una dictadura de las élites del pensamiento, el arte y el activismo contra quienes disienten de lo políticamente correcto.
La respuesta violenta que han recibido los firmantes por quienes están a la izquierda de la izquierda les da la razón.
Asombra comprobar que esa antigua democracia va siendo parcialmente subvertida por quienes deberían ser los encargados de sostener los valores humanísticos. No hay día en que no haya despidos de periodistas o profesores, silenciamientos de escritores o conferencistas, invitaciones retiradas y campañas de intimidación de estirpe estalinista en la vida cultural y académica yanqui.
Julien Benda publicó, en los 20’, un famoso libro, «La traición de los clérigos», contra la desnaturalización del intelectual. No utilizaba la palabra «clérigo» en un sentido eclesiástico sino como sinónimo de letrado. Veía que, alejándose de la gran tradición intelectual francesa, esta ilustre estirpe se apartaba de la búsqueda de la verdad y la belleza, y de la razón, para abrazar ideologías totalitarias.
Escribió cuando el fascismo y el comunismo emergían en Europa con fuerza de Maelstrom y embrujaban la mente de su tiempo. Imposible no recordar, un siglo después, el desesperado alegato de Benda cuando se observa que la izquierda cultural estadounidense ha impuesto un discurso de verdades colectivistas en que el individuo no vale nada porque lo que merece respeto y derechos es pertenecer a un grupo-víctima, a una congregación de ofendidos, a una cofradía de postergados.
Víctimas, ofendidos y postergados que pueden serlo o no en la vida real, pero en su construcción ideológica la realidad es irrelevante y Estados Unidos es un remedo de la Alemania nazi, en lugar de una sociedad donde los negros, los marrones, los amarillos y ambos sexos (o sus variantes) tienen más posibilidades de ascenso social y justicia que en cualquier democracia europea. Ello, sin desconocer las injusticias que subsisten y las muchas imperfecciones del sistema.
En los 70’ los excesos de la izquierda produjeron un renacimiento de dos derechas. Una liberal y la otra, la evangélica, intolerante en cuestiones de conducta individual, aunque abierta en asuntos económicos. En el nuevo milenio, los excesos desenfrenados de la corrección política -junto con factores como las dislocaciones temporales de la globalización y la inmigración- motivaron la reacción populista de derecha. Por eso es tan irónico que esta izquierda fascista que tumba estatuas y censura, o golpea, a quienes no piensan igual odie a Trump. Ella lo creó.
Por Alvaro Vargas Llosa
Fuente: https://independent.typepad.com/

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