Aquella lluviosa mañana de junio, el profesor Jesús reflexionaba mientras inhalaba un exquisito aroma del café en la coladora, estaba a punto de cumplir 55 años, y para ser sincero, se consideraba un hombre afortunado. Llevaba varios años junto a su esposa Martha, unidos habían luchado para darles una educación a los tres hijos que Dios, en su debido momento, les había enviado. “Si alguna cosa buena trajo la pandemia Coronavirus, precisamente es que me ha obligado a conversar un poco más con mi familia, la cuarentena y el temor de ser contagiado me han obligado a permanecer en el hogar”. Como descendientes de abuelos españoles, se sentía afortunado de haber nacido en este hermoso país, aun cuando la situación de los últimos años lo hacía ver como un ambiente triste, desesperanzado, sin futuro, y sin rumbo, cual Titanic que navega con sus horas contadas hacia un desastroso final. Esta situación lo obligaba a pensar, ¿y qué otra cosa podía hacer?, pensar, pensar y pensar.
Sin embargo, estaba tranquilo, la tormentosa idea de abandonar el país e irse al sur de América en busca de sueños y esperanzas, experimentada por sus tres hijos hace un par de años atrás, parecía que era cosa del pasado. Dado que impusieron como regla de vida en la familia que nadie se iría de la casa sin que antes hubiera terminado sus estudios universitarios. Eso lo tranquilizaba, las malas noticias del mundo eran el pan de cada día. Ahora, en las largas horas de permanencia en casa el tema más frecuente de conversación no era otro que “Como vamos a salir de esta locura del mundo y hacia dónde va la humanidad”. Estas dudas provocaban en Jesús una sensación de impotencia pues lo obligaban a preguntarse ¿Cuál es el mejor camino que debería tomar para orientar a los hijos? Tomando como base las historias escuchadas en su niñez, sobre el proceso de emigración vivido por su abuelo que lo llevaban a afirmar en forma tajante – “Yo no me voy de mí país, emigrar no es nada fácil, la situación está terrible, es verdad, pero saldremos adelante, esto tiene que cambiar, la gente deben entender que las políticas erradas, los confusos idealismos y las malas decisiones conducen a la nación a un verdadero desastre y eso lo sabe el gobierno de turno” – comentario que produjo una brusca respuesta por parte de su hijo Lucio L. – “de turno, de turno dices Papá, yo no he conocido otro sistema”- Pasará-, un seco pasará fue lo que salió de su corazón.
Estaban confusos ahora, Martica, a punto de obtener su título de economista, no dejaba de decir – “por un lado recibo el título y por el otro compro el pasaje, no me importa el rumbo que tome- por su parte, Lucio L. había tomado una drástica determinación, ansiaba que pasara la cuarentena para largarse, estaba decidido y no daría marcha a atrás a su determinación de congelar los estudios de Administración de Empresas que llevaba por la mitad. Solo quedaba la esperanza en Mary Ángel, la menor, que recién iniciaba los estudios de agronomía, no quería marcharse e intentaba buscar la forma de desarrollar un emprendimiento para ayudar a las golpeadas finanzas del hogar, pero lamentablemente no sabía en qué, es más, el confinamiento, una cuarentena intermitente, inflación elevada, bajos salarios y poco poder adquisitivo de la gente no era para pensar en soplar y hacer botellas.
Es por eso, que Jesús y Martha orientaban sus ideas hacia su hija menor, conversaban sobre la necesidad de iniciar una actividad, un negocio, una esperanza, ese algo que los posicionara y los preparara para cuando la tormenta pasara, pero los analistas solo se concentraban en una nueva realidad, en un mundo cambiado, en nuevos modelos de trabajo, en nuevas relaciones grupales y eso era sinónimo de preocupación para hacer reflexionar al profesor Jesús. Por eso se decía para si – “No puedo desmayar, tiene que haber un camino, aquí tiene que pasar algo bueno, todo pasa en esta vida, lo que estén preparados aprovecharan las oportunidades cuando haya un nuevo amanecer. Debo iniciar un negocio, que sea rentable y que perdure en el tiempo, saldremos adelante, llamaré a mis amigos, buscaré orientación, preguntaré a los asesores de negocios, sé que todo está podrido, pero siempre hay caminos cuando Dios es el Guía y no me abandonará, no permitiré que mis hijos se vayan aun”-. Pero le perturbaba que Martha en ciertas ocasiones le ratificaba que eso era casi imposible en la situación actual, aun cuando junto a Mary Ángel la señora Martha trazó en varias oportunidades un modelo de negocio, aunque nunca diera un paso más para lograr la meta. En eso estaba cuando le sirvieron el sabroso café que junto al sonido de las gotas de la lluvia, lo hicieron sonreír y decir – “Te fijas Martha la vida es bella, siempre bella, Dios es bueno todo el tiempo, las cosas buenas son las más simples, saldremos adelante, no queda otro camino el salario ya no alcanza ni para el pan salado, pero todo tiene su hora”.-
Nota: Este caso fue imaginado por el autor, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Actividades:
- Leer el caso detenidamente, precisando el comportamiento de los protagonistas del caso. Precisando el ambiente nacional, la realidad del país.
- Llamar por teléfono a dos de los tres profesores coordinadores de la actividad, con quien debatirá sobre lo analizado en caso de estudio. Estas llamadas deben darse el día viernes 10 de julio de 8 Am a 12 M;
- Participar por vía Web el día martes 14 de julio de 10 Am a 11:30 Am en el foro de discusión. Opcional.
Preguntas de referencia:
- ¿Está el profesor Jesús equivocado al tratar de detener a sus hijos?
- ¿Con cuál comportamiento de los tres hijos se identifica usted?
- ¿Qué le recomienda al Profesor Jesús como idea de Negocio en los actuales momentos?
- ¿Cree que es mejor que el profesor Jesús se olvide de emprender en una idea de negocio, debido a su edad?
- ¿Qué cambios traerá la pandemia Coronavirus en las relaciones laborales?
- ¿Cuál es el camino para salir de esta tormenta?
- Otras.
Por Prof. Joel Alberto Torrez Chaviel
Bibliografía
Torrez J. (2011) El Estudio de Casos Como Técnica didáctica… UCLA.

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