El manantial de la prosperidad.
¿Por qué algunos países son pobres y otros ricos? ¿Por qué algunas sociedades parecen ahogarse en un pantano de miseria y otras parecen haber descubierto el manantial de la prosperidad? ¿Cuál es el secreto? ¿Cuál es ese manantial?
¿Conoces la situación de Nogales, Estados Unidos, y Nogales, México? ¿Y la historia del paralelo 38 de 1945?
En estos dos casos, una población con la misma cultura de partida, la misma raza y un mismo territorio, quedó dividida geográficamente por la política: de un lado esa población experimentó un crecimiento económico y una riqueza prominentes; del otro, una pobreza y una oscuridad notables.
Eso fue lo que pasó con la ciudad de Nogales al quedar seccionada por un alambrado y con Corea al quedar dividida por el paralelo 38, en Corea del Norte y Corea del Sur. De un lado, la población se hundía –y se hunde– en el pantano de la miseria; del otro, esa misma gente parece haber descubierto el manantial de la prosperidad.
Y es que el sistema económico que abarcó cada una de las mitades fue muy distinto: en la más pobre, se sometió la economía a un intervencionismo estatal mucho más fuerte, que pretendía regularlo todo, planificarlo todo (o casi todo), y de distintas maneras; en la más rica, se permitió a la gente tener mucha más capacidad para acumular riqueza, exponerse a la tecnología y generar innovación.
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¿Has oído hablar, por ejemplo, de la Polonia de antes y después de 1992? ¿Y de la Georgia pre y post Unión Soviética? ¿O de la Nueva Zelanda pobre y la Nueva Zelanda rica? ¿Y del milagro económico italiano?
En estos casos, no hubo división geográfica, pero sí una división en el tiempo en el sentido de que se produjo un cambio notorio a partir de un momento determinado de sus historias; es decir, hubo un antes y un después. Antes de algunas reformas de fondo, esas economías también estaban fuertemente intervenidas, de distintos modos y en distintos grados; y lo cierto es que su gente tenía mucha menos capacidad para desarrollarse, producir, intercambiar y generar riqueza.
Gracias a un liderazgo pro mercado, que impulsó reformas estructurales en esos países, hubo una gran mejora en la calidad de vida de sus habitantes. De nuevo, antes se hundían en la miseria y luego parecían haber descubierto el manantial de la prosperidad. Y aunque la situación de esos países hoy debe aún mejorar muchísimo más con respecto a lo que sería un escenario ideal (libertario), no hay duda de que la condición de sus habitantes ya se elevó de forma dramática en comparación con la que tenían antes.
Pero, una vez más, ¿cuál es ese manantial que hace prosperar a las naciones? ¿Cuál es el secreto? Sencillo, tiene sólo ocho letras: libertad; y particularmente una de sus facetas, la más importante de todas: la libertad económica. En otras palabras, la capacidad que los individuos tienen de intercambiar de forma voluntaria lo que producen y de sentir que su propiedad, el fruto de su esfuerzo, es reconocida y protegida.
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Las sociedades que incentivan la libertad económica creando instituciones que favorecen el libre mercado y la protección de la propiedad privada bien habida son las que terminan prosperando más, las que más calidad de vida ofrecen a sus ciudadanos y las que más emprenden e innovan.
Para comprobar todo esto, basta con revisar algunos de los índices más prestigiosos del mundo que siguen el comportamiento de los países en términos del nivel de libertad económica que sus instituciones procuran, entre los que destaca el Economic Freedom of the World Index (EFW) del Fraser Institute (www.freetheworld.org).
Los países con mayor libertad económica, entre otras cosas, también gozan de: un mayor ingreso por habitante; una tasa de pobreza mucho menor; una mayor expectativa de vida; una tasa de mortalidad infantil mucho menor; tasas de escolaridad mayores; acceso a servicios básicos como el agua mucho más difundidos en su población y de más calidad; y pare de contar.
Lo que en definitiva determina si una sociedad crece, prospera y se hace rica no es la capacidad de votar o no por un equipo de gobierno; no es la democracia. Y aunque lo ideal es gozar de libertad plena, es realmente su faceta económica –la más importante de todas porque tiene que ver con el progreso y la felicidad del individuo– la que sí determina si esa nación está destinada a beber las aguas del manantial de la prosperidad o a hundirse en el pantano de la miseria.

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