La única tarea que debería ocupar a todos los venezolanos es la reconstrucción de su país tras 10 años de sistemático desmantelamiento de sus débiles instituciones y su economía.
En 2023, la clase política venezolana se prepara para dar otra demostración de su cada vez mayor desconexión con la realidad que atraviesan los habitantes del menguado país. En medio de un nuevo agravamiento de la interminable crisis económica, los sectores opuestos a Nicolás Maduro intentarán escoger un candidato único que competiría por la Presidencia de Venezuela en 2024.
El llamado a la participación electoral resulta fuera de tono en un país agotado tras más de dos décadas de enfrentamientos políticos. Sobre todo, porque no existe un programa económico realista, definido y consensuado para revertir la gravísima situación.
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Los datos sobre la debacle económica de Venezuela son conocidos. El producto interno bruto se contrajo al menos 75% entre 2014 y 2021. Además, el país atravesó un ciclo hiperinflacionario entre 2017 y 2021. En 2022, la inflación venezolana es la más alta del mundo. Y todavía no hay fuentes oficiales confiables por lo que hay que recurrir a fuentes independientes, como el Observatorio Venezolano de Finanzas que la midió en 305% durante 2022.
Sin embargo, el más confiable cálculo hecho por el profesor Steve Hanke midió la inflación anualizada de Venezuel en febrero de 2023 en un 509%.
¿Se puede revertir la debacle?
Además, la industria petrolera, la tradicional fuente de ingresos del país, se encuentra en un estado deplorable. Retrocedió virtualmente 100 años. Ahora, “expertos iraníes” son los encargados de reactivarla, algo que no han conseguido en los últimos tres años.
Sea quien sea el ungido los venezolanos no tienen mucho para escoger.
Por un lado, la administración de Nicolás Maduro, que ha supervisado una sistemático desmantelamiento del aparato productivo venezolano. Maduro representa la contuinuidad del actual sistema y ha sido incapaz de lograr algún acuerdo político que le permita recuperar su legitimidad ante el tradicional socio comercial de Venezuela, los Estados Unidos.
Pero la desconfianza en la institucionalidad que dirige Maduro impiden un verdadero arranque y el flujo de inversiones que necesita el país. El Índice Global de Gobernanza del Banco Mundial le pone número a esa situación. Ese organismo midió en 2023 como la institucionalidad del país suramericano retrocedió en todos los indicadores claves. Entre ellos están el Estado de Derecho, el Combate a la Corrupción, la Estabilidad Política y Ausencia de Violencia o Terrorismo, y la Efectividad del Gobierno, entre otros.
Todo hace poco probable que de continuar Maduro en el poder, el país pueda acceder a los recursos que necesita destinar para la reconstrucción de la infraestrucutra vital (generación de energía eléctrica, servicio de agua potable, vialidad). Una inversión que además es cuantiosa. Incluso si los obtuviera, sería muy poco probable que los mismos se utilizaran para lo que se necesitan.
Fallas graves de “lado y lado”
En el otro lado, los tradicionales políticos opuestos a Maduro se presentan con ningún plan distinto a ser ellos mismos, es decir la idea de que todo va funcionar porque son ellos los que van a ejercer las labores de gobierno. Ningún “pre candidato” tiene un plan para ello.
En medio, como siempre, la gente. El ciudadano venezolano que en medio de adversidades se ha reinventado para ser productivo a pesar de la debacle. Así han logrado, mínimamente, levantar y movilizar una economía. Los incentivos adecuados para el emprendimientos siguen ausentes. La gente acompañaría un plan que conlleve justicia, paz, y trabajo.
La conducción política de las empresa públicas acabó con destruir el mito del estado benefactor venezolano. Un estado que ya estaba incapacitado para responder a las necesidades de la población desde finales de la década de 1970. El mismo estado que siempre que tuvo más poder y dinero fue más corrupto y dejó al país en peores condiciones. Sucedió luego de la nacionalización petrolera en la década de 1970. También luego de la primera década del nuevo siglo, cuando los dólares del petróleo fluían como nunca antes.
La ruptura de ese mito hace inevitable que la búsqueda de un nuevo camino. Econintech aporta su pequeño grano de arena, motivando a los jóvenes, mostrándole c´´omo en otros países ha sido posible superar la pobreza. Sabemos que el esfuerzo y el ingenio de los empresario son suficientes para hacerlo. Pero se necesita la existencia de una institucionalidad capaz de permitir que las fuerzas del mercado obren y la productividad de los venezolanos se desarrolle como nunca antes.

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