El camino de la paz
Todo ser humano debe buscar su propio bienestar y felicidad. Estos no serán factibles de ser logrados en un ambiente hostil, de esclavitud, de conflictos y de guerra.
La guerra significa pérdidas de todo tipo; humanas, materiales, de infraestructura, de bienes y servicios, de las viviendas de la sociedad civil, de ambos bandos, en conflicto, aún cuando no estén de acuerdo con ella. Se le suma la gran cantidad de viudas, niños huérfanos y ancianos que pierden a sus hijos en el frente de guerra y quedan solos e indefensos. ¿Qué decir de todos estos sobrevivientes, más los que participaron directamente, en esa violencia organizada llamada guerra, en términos de salud mental, emocional y física? Muchos de ellos no la recuperarán por el trauma psicológico, heridas y mutilaciones que recibieron. Como dice Jean Baptiste Say citado por Enmanuel Martin (1) “las guerras son, invariablemente, juegos de suma negativa: la suma de las pérdidas es mayor a cualquier ganancia, y, generalmente, las dos partes pierden” (pp.49).
¿Qué tipo de actividades puede realizar la sociedad civil, en momentos en que se desarrolla un conflicto bélico? ¿Podrán los ciudadanos continuar con sus actividades habituales de emprendimiento, de innovación, de creación de bienes y servicios, de intercambio voluntario tanto a nivel local, nacional como internacional? ¿Se podrán realizar eventos deportivos, religiosos, culturales? ¿Podrán los niños y jóvenes asistir a sus institutos educativos? La respuesta fácilmente se intuye. Es imposible continuar con la vida normal, simplemente, ninguno de los escenarios ofrece la tranquilidad y seguridad requeridas para continuar con ellas.
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Para garantizar la paz se requiere, como lo han demostrado desde hace mucho tiempo los liberales clásicos, ese derecho inalienable del ser humano, llamado libertad: libertad de pensamiento, de expresión, de credo, de actuar, de crear, de innovar, de realizar transacciones comerciales voluntarias y otras. Todo esto es posible solamente en un clima de responsabilidad, de respeto, de honestidad, de cooperación, de amistad y de paz que la libertad implica. La paz y la libertad son condiciones básicas para la generación de riqueza.
Deirdre McCloskey (2) en su artículo “La libertad y la Dignidad explican el mundo moderno”, expresa como antes del siglo XVIII, en Europa, las personas que compraban y vendían cosas para vivir, o las que innovaban, eran consideradas tramposas pecaminosas. Para recibir reconocimiento social, los individuos debían ser soldados o sacerdotes. Con los movimientos de reforma suscitados, primero en Holanda, luego en Inglaterra, entre 1500 y 1789, se permitió a las personas comunes, realizar actividades positivas que permitieran prosperar. Los europeos y ciudadanos de otras latitudes comenzaron a admirar a los emprendedores. Es así como a partir del siglo XVIII, con mayor fuerza en los siglos XIX y XX, el mundo occidental se caracterizó por ser sorprendentemente innovador. Como dice McCloskey, se necesitó dar dignidad y libertad a las personas de clase media para que pudieran producir riqueza.
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Gracias a ello, a partir del siglo XVIII, los seres humanos hemos mejorado nuestro estilo de vida en términos de salud, educación, trabajo, alimentación, recreación, etc. Hay mayor longevidad; mayor y variada producción de alimentos, debido a los adelantos en materia agrícola y pecuaria así como la creación de herramientas y maquinarias, que facilitan el trabajo a los operarios; los descubrimientos científicos en medicina, como las vacunas y la penicilina han permitido controlar enfermedades mortales; la anestesia, las operaciones a corazón abierto, trasplantes de diferentes órganos y muchas otras innovaciones hacen posible sanar y alargar la vida al ser humano.
Qué decir del invento de la electricidad, de los sistemas de transporte terrestre, aéreo y marítimo, de los sistemas de telecomunicaciones, de las computadoras, etc. Como dice el Dr. Tom Palmer (3), todos estos adelantos eran impensables para las anteriores generaciones, y cada día, se reinventan, y con mayor rapidez, aparecen nuevas creaciones, aún más sofisticadas.
Todos esos logros se debieron y seguirán surgiendo, en condiciones de libertad, de responsabilidad, de paz y de cooperación. Esto justifica la defensa de la libertad y de la paz y por consiguiente el rechazo a la guerra.
- Martin, Enmanuel. La Economía de la Paz: por qué tener vecinos ricos es una muy buena noticia. (pp. 47-57). Editado por Tom Palmer en Paz, Amor y Libertad. (2014). Jameson Books Inc. Ottawa. Illinois.
- McCloskey, Deirdre. La Libertad y la Dignidad explican el Mundo Moderno. (pp. 47-51). Editado por Tom Palmer en La Moralidad del Capitalismo, lo que no le contarán sus profesores. (2020). Versión especial para el Equipo de Econintech. Venezuela.
- Palmer, Tom. Introducción: la Moralidad del Capitalismo. (pp. 12-29). Editado por Tom Palmer en la Moralidad del Capitalismo, lo que no le contarán sus profesores. (2020). Versión especial para el Equipo de Econintech. Venezuela.
Por Neley Rueda Ramírez.

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