Durante mis vivencias como estudiante universitario, tuve la maravillosa experiencia de recibir instrucción de un gran número de buenos docentes, éstos de cierta forma, marcaron el rumbo de mi vida profesional, sin embargo, cuando me tocó recibir formación orientada a la problemática del desarrollo económico latinoamericano, creo, y debo reconocer gallardamente, que la balanza siempre estuvo inclinada hacia una sola cara de la moneda, la de culpar al capitalismo, explotador del hombre por el hombre, al dominio del más fuerte y a la dependencia tecnológica planificada para hacernos más pobres. Hoy cuando la vida me ha dado la oportunidad de estudiar detalladamente las virtudes del capitalismo como sistema económico, a través del libro editado por T. Palmer, La Moralidad del Capitalismo, veo la necesidad de hacer una profunda reflexión sobre uno de los sistemas económicos que ha logrado crear la mayor riqueza a escala global.
Ahora bien, al recordar las clases universitarias sobre el tema del desarrollo económico, comprendo que en verdad los docentes de aquellas asignaturas eran como una especie de rebeldes sin causas en la defensa de un modelo socialista alternativo que tenía sus bases en el extinto bloque soviético, pero que nunca pudo demostrar sus bondades y se vió rezagado como la más lejana de las utopías. Es por esto que hoy, al recordar los estudios económicos sobre la problemática del desarrollo, debo tomar algunas frases que he seleccionado de varios autores del citado libro La Moralidad del Capitalismo, con el propósito de afirmar lo que no me contaron los profesores sobre las bases filosóficas del sistema capitalista que pueden resultar interesantes de analizar.
No me contaron los profesores, que el sistema capitalista ha sacado de la miseria a miles de millones de personas, que como sistema económico ha logrado incrementar la libertad a niveles sin precedentes a escala global, que ha favorecido la implantación de sistemas democráticos modernos y que ha generado un declive sostenido de la violencia, facilitando una vida más pacífica en todo el mundo. Ni tampoco me contaron que, no parece existir otro sistema que haga de la libertad, de la responsabilidad de los seres humanos, de sus capacidad de solidaridad espontanea, de la honestidad y del respeto mutuo su eje valórico y filosófico. Es que en efecto, el sistema capitalista tiene sus fundamentos en el rechazo al robo y al saqueo que solo han servido para enriquecer a muchos políticos de otros sistemas económicos del mundo.
Del mismo modo, no me contaron los profesores que abrazar al capitalismo de libre mercado es abrazar la libertad de cambiar, de innovar, de inventar, es adaptarse al cambio, es respetar la libertad de los demás de hacer lo que a ellos les plazca con los bienes que han sabido ganarse. Es abrazar la libertad de generar riqueza como medio único de minimizar la pobreza. No me contaron que el capitalismo con conciencia es el principio de las partes interesadas en la generación de valor para todos, para los clientes, para los empleados, para los proveedores, para los inversionistas, para las comunidades y también para el sistema de gobierno. Que en una sociedad libre, los individuos gozan de derechos naturales e imprescriptibles y deben cumplir sus obligaciones generales de respetar los derechos de los demás individuos.
No me contaron, que los datos no solo muestran que los residentes de los países con economías más libres son muchos más ricos frente a los residentes de países con menos libertad económica, ni tampoco me dijeron, que el mayor escándalo del mundo en relación con la desigualdad de riquezas no es la desigualdad que existe entre ricos y pobres en sociedades económicamente libre, sino en la inmensa brecha que existe entre las riquezas de las personas que viven en sociedades económicamente libres y las riquezas de aquellas que viven en sociedades sin libertad económica. De dónde se desprende que la libertad económica, es decir, la existencia de estándares iguales de justicia y el respeto igualitario por los derechos de todos a producir y a intercambiar, es la norma de justicia de una sociedad que añora la moralidad en sus sistema de vida.
Y por último, tampoco me contaron los profesores, que en una sociedad capitalista, todas las personas tienen la libertad de perseguir sus propios fines por medio del ejercicio de sus facultades, con la única limitación que le repare la naturaleza. Pues la única limitación que impone el capitalismo es la condición de que quienes deseen los bienes y servicios de los demás ofrezcan valor a cambio. Cambiamos e intercambiamos voluntariamente, pero no hay marcha atrás.
Por Prof. Joel Alberto Torrez
Bibliografía
Palmer, T. (2011). La moralidad del Capitalismo. Elcato.org CATO. Florida. USA.
De Vos. R. (1994). Capitalismo Solidario. Lasser Press Mexicana, S.A. Mexico.

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