En la actualidad, el mundo atraviesa por un gigantesco remolino de innovación, de cambios y de transformaciones constantes, esto hace que el ciclo de vida de los productos se haya reducido significativamente. Lo anterior se debe a que las versiones mejoradas, los nuevos artefactos y los avances tecnológicos surgen como por arte de magia y a que los mercados buscan medidas para amoldarse a un entorno dinámico de nuevos procesos que reclama la existencia de instituciones más sólidas y transparentes.
Unido a esto, los ciudadanos parecen estar perdiendo la confianza en sus gobiernos a escala global, por lo que reclaman de una profunda sensatez de los sistemas económicos que hagan posible una vida más segura, más estable, de mayor solidaridad, de respeto mutuo y de una gran responsabilidad de las personas en un trabajo bien hecho, con iguales derechos para los ciudadanos, que se les brinde la posibilidad de satisfacer las necesidades básicas y que mejore la calidad de vida en todos los estratos de la sociedad.
Por otra parte, tal como lo menciona David Kelley, el mundo percibe cambios bruscos y transformaciones en el único sistema que ha demostrado su capacidad de funcionar con una marcada efectividad en la generación de riquezas para beneficio de la sociedad. Según este autor, el sistema capitalista llegó a su madurez como resultado de tres revoluciones. La primera fue la revolución política, que con el triunfo del liberalismo busco limitar las funciones del gobierno a solo la protección de los derechos individuales.
La segunda revolución fue el nacimiento de la ciencia económica que surgió con el libro la Riqueza de las Naciones de A. Smith donde se expone la teoría del orden espontaneo que aparece cuando las personas tienen libertad de perseguir sus propios intereses económicos. La tercera revolución fue la industrial, donde la innovación tecnológica multiplicó la capacidad de producciones de bienes para satisfacer las necesidades de la sociedad.
Pero, aparentemente quedo rezagada, según Kelley, una cuarta revolución, donde el principio ético del pasado se rompa y de paso a la capacidad individual como activo social de un mundo en libertad. Esta no es otra, que una revolución moral, que establece el derecho del individuo a vivir para sí mismo, tal como lo expresó alguna vez Ayn Rand en su ética individualista del derecho moral a buscar la satisfacción del interés propio, en interacción con los demás, en un intercambio pacífico y voluntario.
En ese orden de ideas, la base de esa revolución moral dentro del sistema económico, tendría que partir de una transformación profunda del emprendimiento como sistema dinámico que metabolice al sector empresarial y lo conecte con los valores fundamentales del sistema capitalista, tal como se percibe en la entrevista que le hace el Dr. Palmer a John Mackey, al puntualizar éste, que en definitiva, el capitalismo no es más que personas que cooperan entre sí para crear valor para otras personas y para ellas mismas, sin olvidar el elemento relativo al interés propio.
De acuerdo a lo planteado por Mackey, el primer paso sería poder convencer de que el capitalismo es una fuente de valor y un vínculo asombroso para la cooperación social, pero es necesario demostrar que se trata de crear valor no para unos pocos, sino para todos. Este sería el gran reto del emprendimiento del presente. Un emprendimiento dinámico debe superar la obsesión con el interés propio, pasando a mostrar que el valor generado no solo sea para los inversionistas, sino también para los clientes (indispensable), para los trabajadores, para los proveedores, para la sociedad y particularmente para el gobierno de turno, que por medio de las recaudaciones provean los recursos para garantizar los derechos individuales de cada quien.
Un Emprendimiento Dinámico debe cambiar la imagen del capitalismo, logrando por fin, que este deje de ser visto como un sistema explotador, codicioso y egoísta, que genera desigualdad, explota al trabajador, defrauda a los consumidores, destruye el medio ambiente y desgasta a la comunidad. Para lograr este fin, es necesario ver a los emprendedores con una actitud y comportamiento acorde con los códigos morales de la sociedad, dando paso a una visión diferente del único sistema económico que ha demostrado que funciona como instrumento de generación de riquezas y que puede superar no solo sus propias debilidades, sino también superar su distorsionada imagen que intencionalmente han formado sus principales enemigos. La moralidad del capitalismo es evidente, el mundo debe comenzar a entender que ya ha comenzado la cuarta revolución, una revolución moral debe transformar al emprendimiento en un sistema económico global de libre comercio.
Por Joel Alberto Torrez
Bibliografía
Palmer, T. (2011). La moralidad del Capitalismo. Elcato.org CATO. Florida. USA.
De Vos. R. (1994). Capitalismo Solidario. Lasser Press Mexicana, S.A. Mexico.

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